Todos los días se repetía la misma historia. Y no es que David le echara la culpa a los avatares del destino o algo por el estilo, pero lo cierto es que una serie de eventos desafortunados provocaron que este honorable padre de familia esté agitando su tarrito en la esquina más sucia de Avenida La Paz... No, definitivamente no culpaba al destino, y aunque era evidente que se había ensañado con él [arrebatándole su anterior vida, SU vida], su terco orgullo y una incipiente demencia le impedían admitirlo. Sin embargo, llegó un día en que no pudo renegar más la realidad: su ojo ciego no evitó que reconociera entre la gente la silueta oscura de aquel tipo del maletín. Sentado a su lado, el perro tiñoso lo miró casi al instante en que dejó de hacer sonar las monedas de su tarro:
Chao, hijo...
Fue entonces, en aquel fugaz segundo, en que el mendigo de la esquina de siempre comenzó a creer en el destino.
3 comentarios:
Siempre he querido saber las historias de los mendigos por que soy una maldita voyerista, pero aprendo observando... sólo hay que mirarlos para poder intuir un poco, sólo un poco de sus vidas.
Buena historia, está como bien cotidiana, pero quebrada... entiendes?, naturalista. [materia psu]
La Ale.-
MATERIA PSU, NO!
Tu me dijiste que era un blog porno Mártir y entre buscando eso .¬¬... y me encuentor con un cuento
Me recuerda a los mendigos que conozco de acá de San Fernando... el osvaldo, puta el weon sufrio... me da pena... pero sigue ahi todos los dias viviendo
Saludos
ohh pobre viejo.
Publicar un comentario