15-06-2008

Caminar

3 abrieron el buzón

Aquel día, a una semana de haberme erradicado en Santiago, salí de mi casa y al segundo sentí que alguien me estaba siguiendo, miré una y otra vez por sobre mis hombros nerviosamente.
Las manos me sudaban, mi corazón se agitaba, mi respiración se aceleraba y la paranoia no abandonaba mi mente.
Aquel día me convertí enemiga de mi sombra.